Knut

©Foto: Arnd Wiegmann / Reuters
Hoy los diarios nos contaban que Thomas Dörflein, el cuidador del zoo berlinés que salvó la vida de este oso polar "adoptándole" cuando su madre le rechazó al nacer, ha aparecido muerto en su casa a los 44 años. El cuidador estaba gravemente enfermo (no dicen de qué, ergo, ya está dicho).
Repasando los enlaces de la noticia, me llama la atención este comentario:
No entenderé a los ecologistas en mi puta vida. Este autoerigido defensor de los animales prefiere que sacrifiquen a un animal que está en peligro de extinción a que, según él, se humanice. Proceso que en su caso, y en el de todas las personas que persiguen ideales varios, se produce a la inversa: los idealistas se bestializan. Y su única solución es matar (hoy otros -istas, han matado para conseguir su sueño de mierda, que es la pesadilla de los demás). Cada día lo tengo más claro: Cuantas más ideas tiene una persona, menos espacio le queda a su humanidad.
Cuando miro la foto, y veo a Knut, que parece un peluchín (pero no nos engañemos, no lo es), me digo que hay que ser un tarado sólo para pensar en matarle. Desgraciadamente, el mundo está lleno de tarados que persiguen causas.
Pero Knut vive, gracias a ese cuidador que le ha dejado huérfano.
Así que, que se jodan.
Más, quiero decir.
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Bacterio -